jueves, 9 de agosto de 2012

Héroes

A menudo se denomina "héroe" a todo aquel que realiza una acción digna de elogio poniendo en riesgo sus intereses o su integridad física y mental. Siguiendo este concepto popular, todo el mundo es un héroe potencial. Emociones como la ira, el amor, el odio o el miedo pueden llevar a todo hijo de vecino a cometer una heroicidad. Todos hemos cometido alguna que otra en nuestras vidas, aunque con distintos grados y frecuencias. Sin embargo el héroe como tal es de otra pasta, pues es aquel en el que el acto heroico es parte común de su comportamiento, por ello sus hazañas son numerosas y pervive siempre en el recuerdo de al menos los que le conocieron. Abajo Hércules y la hidra.






Héroe tiene como raíz etimológica ser-1 (proteger). Es vocablo que procede del griego, con significado de "protector" "héroe". Es básicamente un líder épico que protege a los suyos arriesgándose sobremanera. Los heroes fueron objeto de culto entre los antiguos gentiles, especialmente en toda la zona mediterranea, y hubo templos consagrados a ellos. Uno de los más célebres fue Hércules o Heracles, llamado Melkart por los fenicios. Las gestas de los héroes han sido elogiadas desde siempre por poetas y juglares, a menudo exageradas con fines puramente artísticos o comerciales. Incluso los teurgos los adoraban y tenían a los héroes como una más de las variadas entidades que poblaban el otro mundo: dioses, ángeles, demonios, héroes, etc. Abajo Áyax con el cuerpo de Aquiles.






Hesíodo, en "Los trabajos y los días" llama "héroes o semidioses" a los hombres de la cuarta raza, los que vivieron entre la edad de bronce y la edad de hierro. Píndaro, poeta griego del s.V a.C., distingue tres categorías de seres: dioses, héroes y hombres. En el "Crátilo", uno de los diálogos de Platón, el filósofo Sócrates relaciona el término con el amor (en griego eros) define a los héroes como "nacidos de los amores de un dios y una mortal o de un mortal y una diosa": serían por tanto semidioses, y tal es, en la Antiguedad, el sentido más frecuente del término. Pero desde la Ilíada (s.IX a.C.) hasta los autores latinos, aparecen diversas acepciones de la palabra: el héroes es unas veces un caudillo militar -y por extensión cualquier hombre que se distingue por su nacimiento, su coraje o su talento-; otras veces es un semidiós, a medio camino entre los dioses y los hombres; puede ser también una divinidad local, un jefe de tribu, de ciudad, de una agrupación (sería el caso en Atenas de los héroes epónimos, que dieron su nombre a las diferentes tribus que integraban la ciudad); por último el epíteto de héroe es concedido también a los emperadores romanos divinizados. Abajo Jasón y el vellocino.






En general en la mitología griega pueden distinguirse una serie de rasgos esenciales. Lo héroes tienen estrechas relaciones con el combate, las artes adivinatorias, la medicina, la iniciación y los misterios (Orfeo). Fundan ciudades y su culto tiene un carácter cívico. Son los antepasados de grupos consanguíneos (Tántalo) y los representantes prototípicos de muchas actividades humanas fundamentales (Dédalo, Ícaro). Se distinguen por poseer ciertos atributos físicos que les hacen destacar (belleza, fuerza sobrehumana) y que pueden lindar con lo monstruoso: Pélope tiene una estatura gigantesca, Hércules tiene tres filas de dientes. A veces representan ciertos rasgos físicos animales: Cécrope, primer rey mítico del Ática, es un ser mitad hombre y mitad serpiente.



Desde su nacimiento y su infancia demuestran un comportamiento excéntrico marcado por la desmesura ("hibris") y la violencia que traduce su naturaleza ambivalente, por no decir aberrante: padres o parientes muertos, asesinados por envidia o cólera -incluso sin razón-, fecundaciones en masa (Heracles), violaciones, incestos (Tiestes, Edipo), diosas agredidas (Ixión intenta violar a Hera), santuarios profanados (Aquiles mata a Troilo, el hijo menor de Príamo, en el templo de Apolo; Áyax Oileo viola a Casandra en el templo de Atenea). Abajo Aquiles contra Héctor.






Los héroes son los testigos de la fluidez de los orígenes que presidió el principio de los tiempos. Después de la cosmogonía y el triunfo de Zeus, y tras la aparición de los hombres, cuando todavía las estructuras y las normas no estaban lo suficientemente establecidas para determinar la medida de las cosas, participaron en la elaboración de las instituciones, de las leyes, de las técnicas y las artes, fundando así el universo humano, donde las transgresiones y los excesos quedarán proscritos en lo sucesivo. Desde ese momento, el tiempo del mito, de carácter mágico, abierto, inacabado y contradictorio, queda definitivamente cerrado y deja paso al tiempo de la historia.



Productos de una fecundación divina extraordinaria (como Perseo, hijo de Dánae, engendrado por Zeus bajo la apariencia de una lluvia de oro), los héroes se distinguen en ocasiones por una doble paternidad, como Heracles o Teseo. La mayoría de las veces son abandonados de niños al revelarse inquietantes profecías para la familia (Edipo, Perseo), y son amamantados por animales salvajes (Paris alimentado por una osa, Rómulo y Remo por una loba). Viajan a tierras lejanas (Ulises, Jasón), se distinguen por sus innumerables proezas, celebran matrimonios divinos (Peleo y Tetis, de cuya unión nacerá Aquiles; Cadmo y Harmonía).



Ancestros epónimos de razas, de pueblos o de familias (los argivos descienden de Argo, Pélope dio su nombre al Peloponeso, Atreo es el antepasado de los Atridas), reyes míticos (Teseo), inician a los hombres en el conocimiento de diversas instituciones y oficios: las leyes cívicas, la monogamia, la metalurgia, el canto, la escritura, la estrategia... Fundadores de ciudades por excelencia (Teseo, Cadmo, Rómulo), inspiran a los personajes históricos a la fundación de colonias, convirtiéndose a su vez en héroes después de su muerte. Abajo Ulises (Odiseo) atado al mástil frenta a las sirenas.






Instauran asímismo los juegos deportivos (Pélope, Heracles), lo que explica la heroificación de los atletas victoriosos. Algunos están asociados a los ritos de iniciación de los adolescentes. Muchas de sus aventuras son, de hecho, pruebas iniciáticas como la penetración de Teseo en el laberinto y su combate victorioso ante el minotauro, o el paso ritual de Aquiles a través del fuego y el agua cuando fue educado por los centauros.



Pero el rasgo más característico de los héroes es su muerte, siempre violenta, en la guerra o por traición, y singularmente dramática: Orfeo y Penteo mueren despedazados, Acteón es devorado por sus propios perros, Hipólito por sus caballos, Asclepio es fulminado por Zeus... Muchas veces los héroes sucumben víctimas de la locura y de su propia violencia (Áyax, Heracles). Nunca dudan en enfrentarse con los dioses como si fueran sus iguales, pero con la excepción de Heracles, el héroe perfecto cuya apoteosis señala su divinización, siempre es cruelmente castigado por los Olímpicos. La muerte magnífica, sin embargo, su condición sobrehumana, próxima a la gloria divina. Abajo Teseo lucha con el minotauro.






Después de su desaparición, los héroes disfrutan de una "post-existencia" ilimitada. Sus despojos están cargados de temibles poderes mágicos y se depositan dentro de la ciudad, a veces incluso en el interior de los santuarios (así Pélope en el templo de Zeus en Olimpia). Sus tumbas y cenotafios constituyen el centro del culto heroico, acompañado de ritos y sacrificios como el de los dioses. El héroe muerto se convierte en un genio tutelar que protege a la ciudad contra diversos azotes: invasiones, epidemias, catástrofes naturales, etc. Los santos y los mártires de la tradición cristiana les sucederán más tarde en esta función tutelar. La literatura caballeresca medieval está basada en el concepto popular que existía sobre la figura del héroe.



La naturaleza del héroe es muy peculiar, su sacrificio personal en defensa de su comunidad o de los más débiles conlleva una impresionante fortaleza interna y liderazgo. Los héroes se dan a conocer principalmente cuando las circunstancias lo requieren: el guerrero valiente que defiende a su tribu a capa y espada; aquel que arriesga su trabajo por defender a sus compañeros de profesión ante los abusos de un empresario avaricioso o el patriota que arriesga su vida para proteger a su nación de un gobierno despiadado. En sí mismo su carácter es "heroico" y eso lo distingue del común de los mortales. Aún así, como hemos visto, el héroe no es perfecto o un santo, tiene defectos como cualquiera. Cada sociedad, cultura y religión ha diseñado su propio héroe como ejemplo a seguir por la sociedad, con frecuencia manipulando su historia real o dejando de nombrar lo que no interesa de su biografía.



En tiempos más recientes el prototipo de héroe es divulgado machaconamente por ciertos medios de comunicación poderosos o el cine en la forma de "patriota" o "ciudadano modelo"con objeto de justificar ante el pueblo las atrocidades de un estado genocida y evitar revueltas.




En el campo de la política también se ha creado un peculiar panteón repleto de patrañas que sirven para mantener el status quo además de justificar no pocos homenajes y comilonas: la diosa democracia, los héroes de la transición, los héroes fundadores nacionalistas, etc. Abajo estatua heroica de Blas Infante, "padre" de la patria andaluza.




Ciertamente la figura del héroe original no tiene nada que ver con los cuentos y mitos que nos han llegado de sus peripecias. Así, Jasón o cualquier otro sería un héroe valeroso cuya admiración excitó la imaginación e invenciones posteriores de artistas y mandamases una vez que las proezas reales del individuo se habían olvidado, de ahí que llegaran a ser semidioses. No debemos olvidarnos de los muchos héroes anónimos que han vivido en todas las épocas y lugares, así como de otros que a los poderes fácticos no interesa sacar a flote su memoria.



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