El único siempre ha tratado de comunicarse con el hombre desde
la más remota antiguedad de un modo acorde a la época y a las
costumbres del pueblo elegido. Numerosas culturas y pueblos han
sentido su llamada por medio de profetas u hombres santos que
ejercían de portavoz de sus designios. Para desenmascarlo debemos
hacer una puesta en común entre sus cuantiosas manifestaciones
históricas:
-Se considera a sí mismo el Señor del Universo, los demás dioses no son
más que diablos o simples creaciones suyas. El monoteísmo tuvo su origen en Él.
-Es colérico con aquellos que se oponen a su autoridad o a la de sus
profetas, su cólera será proporcional a la gravedad del pecado.
Tiene carácter guerrero, a menudo incita a los creyentes a pelear (yihad) contra los infieles.
-Es el creador absoluto del universo. La esfera de la creatividad es
un rasgo importante en sus acciones. Todo está sometido a su
voluntad.
-Es el dador de leyes de su pueblo elegido.
En varios miles de años (desde que tenemos constancia) los falsos
profetas o locos han sido mucho más numerosos que los verdaderos,
aunque éstos últimos nunca dejaron de existir. Los falsos profetas
son los principales enemigos de El, ya que manipulan sus
enseñanzas y extravían a la gente.
Desde el punto de vista de Él, el mundo es absolutamente
perfecto, todo tiene un sentido: a la larga las desgracias irán
mermando a los que se aparten de su lado mientras que la fortuna irá
en aumento en aquellos que sigan sus postulados divinos. Esta es la
armonía universal: un juego de opuestos. Por eso el hombre temeroso
de Él debe resistir y apartarse de las vanas ilusiones del mundo
material para ir progresando y atraer la buena suerte dispensada por
el Creador. Los pecadores se irán desgastando con el tiempo a mayor
velocidad que los creyentes verdaderos.
Entre los nombres con que fue conocido se incluyen:
-El Creador de todo (superior a los Annunakis en la mitología sumeria)
-El
-El
-Crono
-Saturno
-Yavé
-Dios
-Alá
-Demiurgo
-Demiurgo
El: Era el Dios más importante del panteón cananeo, que en
semítico significa "dios", la forma plural de El es Elohim. Se le denominaba padre de los dioses y de los
hombres, creador de la tierra, Todopoderoso, Padre de los años y
Rey. Se le calificaba de sapientísimo, santo y misericordioso. Tenía
dos esposas Anat y Asherat, que dieron a luz respectivamente el
lucero de la mañana y el lucero de la tarde. Este mito era modelo de
un rito que se celebraba al comienzo de un ciclo de siete años.
Todos los dioses nacieron de El y de Asherat que también había sido
engendrada por El, por esta razón Asherat recibe el nombre de madre
de los dioses. El fue muy prolífico pues engendró setenta hijos.
El en origen era el dios supremo, pero esta situación privilegiada
la perdió, ya que Baal le arrebató el puesto que tenía. Este
fenómeno de sustitución de un dios creador y dueño del Universo
por un joven dios, en este caso Baal, es bien conocido en las
religiones antiguas. Baal hasta robó sus dos esposas a El, que se
volvió indeciso, ocioso y débil. El culto a Baal era antiguo, pues
era ya venerado en el III milenio a.C. entre las poblaciones del alto
y medio Eufrates, donde también se rendía culto a la diosa Anat. Se
denominó Baal, príncipe, señor de la guerra, jinete de las nubes,
el soberano, el poderoso; tiene a la vez su nombre propio Hadad. Baal
era de carácter guerrero, pero al mismo tiempo fue principio de
fecundidad, lo mismo que su esposa y hermana Anat.
La forma plural de El es Elohim, aunque también se usa como superlativo de El. En la Biblia, Elohim se refiere a veces a entidades relacionadas con El como pueden ser ángeles, profetas u otros seres bajo la jerarquía de El. Algo similar puede verse con Ahura Mazda y los Ahura o espíritus supeditados a Ahura Mazda.
La forma plural de El es Elohim, aunque también se usa como superlativo de El. En la Biblia, Elohim se refiere a veces a entidades relacionadas con El como pueden ser ángeles, profetas u otros seres bajo la jerarquía de El. Algo similar puede verse con Ahura Mazda y los Ahura o espíritus supeditados a Ahura Mazda.
Crono: Divinidad griega que reinó un tiempo sobre la Tierra.
Crono, uno de los titanes, era el hijo menor de Urano y Gea,
perteneciendo por tanto a la generación divina que precedió a los
Olímpicos. Crono fue el único que acudió en ayuda de su madre Gea,
la Tierra, a quien su esposo se obstinaba en cubrir permanentemente
en un incesante acto de fecundación. Crono se apoderó de la hoz que
le había dado su madre y cortó los testículos de su padre. Esta
mutilación marcó la separación del Cielo y de la Tierra e inauguró
el principio del reinado de Crono.
Crono volvió a encerrar en el Tártaro a sus hermanos, los cíclopes
y los hecatonquiros (gigantes de cien brazos), que había liberado a
petición de su madre. Se unió a su madre, la titán Rea, de la que
tuvo muchos hijos: Hestia, Démeter, Hera, Hades y Poseidón. Pero
como Gea le había predicho que sería destronado a su vez por uno de
sus hijos, se apresuró a devorar a estos a medida que nacían. Solo
escapó el último, Zeus, a quien Rea había escondido en Creta
después de engañar a Crono entregándole una piedra envuelta en
pañales. Cuando Zeus creció se rebeló contra su padre y lo
destronó. Crono, derrotado, fue obligado a devolver la vida a los
hijos que había devorado y a continuación fue arrojado al Tártaro.
Los romanos lo asimilaron a Saturno. Solía ser representado bajo los
rasgos de un anciano.
Recientemente se ha aportado una raíz etimológica indoeuropea para
Cronos, podría ser sker-1 (cortar). La lengua indoiraní refleja que
la raíz es kar (crear, hacer). Estos rasgos encajan bastante bien
con la función de cortar con su hoz los testículos de su padre
Cielo o su vinculación con la agricultura, así como su papel de
Creador en muchos aspectos.
Saturno: Divinidad itálica y romana identificada con Crono.
Su hijo Júpiter a quien una treta de su madre Rea había salvado de
correr la misma suerte que sus otros hermanos -que Saturno había ido
devorando a medida que nacían temeroso de que le disputasen el
poder-, se rebeló contra él y consiguió destronarle. Saturno
abandonó entonces Grecia y se instaló en el Capitolio, en el
emplazamiento de la futura Roma, donde fue acogido por Jano. Saturno
aparece por tanto como el rey de los aborígenes, las primitivas
tribus itálicas, y también como el antepasado de los reyes del
Lacio. Durante todo el tiempo que reinó sobre el Lacio, los hombres
vivieron la edad de oro, etapa mítica de felicidad y dicha.
Es un dios civilizador: enseñó a los hombres el cultivo de la
tierra y se le honraba como divinidad tutelar de vinateros y
campesinos. Presidía la siembra y protegía los cultivos confiados a
la tierra. Era el dios de los abonos, que aportan fertilidad al
suelo. Su atributo era una hoz, que utilizaba para segar las mieses,
para talar los árboles y podar las viñas. Tenía consagrado el mes
de diciembre, pues es la época en que empieza la germinación de las
semillas, lejano preludio de las cosechas futuras. Se le representaba
como un anciano cubierto con una amplia capa y con una hoz en la
mano. Se le celebraba en las Saturnales, tiempo de licencia
carnavalesca y desenfreno, donde las clases sociales se invertían:
los esclavos daban órdenes a sus amos y éstos les servían.
Yavé: Los griegos lo asimilaron a Cronos. La antigua
tradición israelita estableció una continuidad entre las
tradiciones referentes a la misión de Moisés, a la salida de los
israelitas de Egipto y a su estancia en el Sinaí. La tradición
reciente vinculó a Moisés con esos acontecimientos, y le atribuyó
toda la organización cultual, así como la legislación civil y
religiosa. En definitiva, atribuye a la época de Moisés hechos muy
posteriores en el tiempo. Moisés no es el fundador de la religión
judía, sino el mediador entre la revelación de Yavé y su pueblo.
Al llegar los israelitas a Canaán la religión israelita era todavía
la de un grupo seminómada.
Las fuentes elohísta y sacerdotal recalcan la continuidad de la
nueva religión con la de los patriarcas. Yavé recuerda a Moisés
que él es "el dios de tu padre, el dios de Abrahán",
creencia que es fundamental en la religión de Israel. Esta
continuidad se apoya en varios puntos. La religión de los patriarcas
y el yavismo es una religión de pastores seminómadas. La
intervención de Yavé, cuyo significado él mismo explica.
Es trascendente. Se revela en su actuación y es un misterio para el
hombre. Las teofanías de Yavé son mucho más impresionantes que las
del dios de su padre. El dios anónimo del padre se convierte en
Yavé. Ahora la comunidad se vincula a Yavé y no al dios del padre
de un grupo determinado, como sucedía en tiempos de los patriarcas.
No es una ruptura, sino una novedad.
En época de los patriarcas el dios del padre se asimiló a El, el
gran dios del panteón cananeo. Quizá el culto al becerro de oro se
dirija a El. El toro es un símbolo de Yavé en este episodio, pero
el epíteto de toro es el que recibe El en los textos de Ras Samra.
El toro es un atributo de El y figuras de toros han aparecido en las
excavaciones. La interpretación que hay que dar al culto del becerro
de oro ha sido muy discutida. Lo más probable es que en el desierto,
un grupo opuesto a Moisés considerara como presencia de dios a la
figura de un toro, y no al arca de la alianza.
Sería el toro de El, asimilado al dios del padre en época de los
patriarcas. Precisamente en las minas del Sinaí, en
Serabit-el-Khadim, en el siglo XV a.C., los cananeos tributaron culto
a El bajo el nombre de El Olam, que se había asimilado al dios de
Abrahán. Sin embargo, el origen del yavismo no está vinculado a la
religión de El, aunque se dio una asimilación entre ambos, como se
expresa en los oráculos de Balaán, transmitidos por las fuentes
elohísta y yavista. Yavé recibe de El varios conceptos: su carácter
cósmico, el título de rey, la corte divina y seguramente su
carácter bienhechor.
En algunos episodios se presenta a Yavé como a un dios guerrero: así
en el canto de victoria del Éxodo, en la liberación de Egipto
presentada como guerra contra los amalecitas, en el canto del arpa y
en las menciones a la guerra de Yavé. Este carácter guerrero se
eleva al yavismo primitivo y enlaza con la historia de Josué y de
los Jueces. Este carácter no se documenta con facilidad en la
religón de los patriarcas. El carácter guerrero de El aparece, no
en la documentación de Ras Samra, sino en la "Historia fenicia"
de Sancuniatón, utilizada por Filón de Biblos. Más probable es que
la idea del Yavé guerrero se remonte a la liberación de Egipto.
Frecuentemente se defiende que Moisés fue el fundador del monoteísmo
judío. En realidad, la religión de los patriarcas era una
monolatría. Moisés no creyó en un solo dios. Esta doctrina no era
la del yavismo primitivo, ya que en el Éxodo se dice textualmente
"¿Quién es como tú entre los dioses, Yavé? Y "Ahora sé
que Yavé es mayor que todos los dioses". El primer mandamiento
del Decálogo presupone la existencia de otras divinidades, aunque
prohíbe rendirles culto, porque Yavé es un dios celoso y exclusivo,
y en esto se diferencia la religión mosaica es la prohibición de
tener imágenes cultuales, objetivo del segundo mandamiento que se
repite en el Decálogo ritual, en el Código de la Alianza y en otros
pasajes del Antiguo Testamento.
La prohibición
solo abarca a las imágenes de Yavé y no a otras figuras asociadas
con su culto, como los querubines de los santurarios de Silo y de
Jerusalén, que son figuras simbólicas. Tampoco se refiere al
becerro de oro, ni a los toros de Jeroboán, que estaban considerados
como pedestal de la divinidad. Esta prohibición se explica por la
teofanía del Sinaí, donde Yavé habló en medio del fuego. La
prohibición de imágenes sería el resultado de la trascendencia de
Dios. Se prohibía encontrar una semejanza en algún objeto
existente.
Yavé a menudo
amonesta en el Antiguo Testamento a aquellos judíos que tienen
contacto con los paganos. Por otro lado, se encontró un dibujo muy
antiguo en un resto arqueológico de un hombre semidesnudo, debajo
ponía “Yavé de Samaria (n. de Palestina) y su Aser (Asherat)”.
Asherat (Astarté) era como vimos, la esposa de El. A Astarté se le
rindió culto en la antigua Israel como consorte de El y en Judá
como consorte de Yavé y reina del cielo (los hebreos hacían
pequeños pasteles para su festival). El arqueólogo William Dever
comentó:
No estamos seguros qué significaba
para el israelí común el culto a Yavé. A pesar de que los textos
bíblicos nos cuentan que la mayoría de los israelitas seguían a
Yavé como dios único, sabemos que no es cierto... Los
descubrimientos de los últimos 15 años nos han dado gran
información sobre el culto de los antiguos israelitas. Parece que
tenemos que tomar más seriamente que nunca el culto a la diosa
Asherah.
Dios: Nombre impropio dado a El por parte del cristianismo, su razón de ser se debe a una asociación religiosa para que fuese aceptado en un mundo pagano dominado por los dioses. El no es un Dios ni es Dios. Propiamente hablando, "dios" no es la traducción de "El", pues "dios" tiene como raíz indoeuropea deiw- ("brillar", con otros derivados como "cielo" o "día"), mientras que El es es al-1 (más allá). Nada tienen que ver uno con otro, si se ha traducido así es para hacer más comprensible el texto. En nuestra opinión se trata de un error grave o incluso una manipulación, pues "dios" comparte raíz con "diablo", ambos son antagonistas de Él. Es una palabra demasiado importante como para jugar con ella. Véase la entrada "Sobre los dioses" para más detalles.
Dios: Nombre impropio dado a El por parte del cristianismo, su razón de ser se debe a una asociación religiosa para que fuese aceptado en un mundo pagano dominado por los dioses. El no es un Dios ni es Dios. Propiamente hablando, "dios" no es la traducción de "El", pues "dios" tiene como raíz indoeuropea deiw- ("brillar", con otros derivados como "cielo" o "día"), mientras que El es es al-1 (más allá). Nada tienen que ver uno con otro, si se ha traducido así es para hacer más comprensible el texto. En nuestra opinión se trata de un error grave o incluso una manipulación, pues "dios" comparte raíz con "diablo", ambos son antagonistas de Él. Es una palabra demasiado importante como para jugar con ella. Véase la entrada "Sobre los dioses" para más detalles.
Alá: Alá se define a sí mismo en el Corán como el Creador del
Antiguo Testamento (Yavé) y culpa a algunos judíos de manipular sus
palabras en algunos textos sagrados. La prohibición de comer cerdo a
los judíos se debe a una maldición divina que Yavé impuso a su
pueblo por impiedad. Alá considera a los cristianos y a los judíos
como pueblos del Libro Sagrado de ahí que los prefiera algo más que
a los paganos. Aunque los musulmanes son los verdaderos creyentes
para Alá.
A menudo Alá, en boca de Mahoma, incita a los creyentes a la guerra
santa (yihad) contra los infieles. Con frecuencia se mencionan
pasajes del Antiguo Testamento referentes a Moisés, Abrahán y otros
profetas. La cólera de Alá se descargará sobre los infieles tanto
en la vida de acá como en el juicio final, acabando finalmente en la
Gehena (infierno). Por el contrario los creyentes que lo merezcan
tendrán una vida digna mientras existan y una vida eterna en el
Paraíso.
Alá es la castellanización de la palabra árabe Allāh (الله),
que significa en árabe ‘el Dios’. Algunos lingüistas consideran
que no es verosímil la pérdida de la hamza inicial de ʾilāh
(consonante árabe aquí representada con un apóstrofo), ya que es
la primera letra del nombre original de Dios y los términos
sagrados, por tabú, tienden a mantenerse poco o nada alterados en su
pronunciación. En otras palabras, no creen que una persona religiosa
pueda apocopar el nombre de Dios. Estos lingüistas piensan que Allāh
procede directamente de la raíz semítica ʾel que designa a la
divinidad. Esta raíz, en arameo, dio lugar al término ʾāllāhā,
que habría podido pasar al árabe con desaparición de la ā final
(en arameo es una vocal desinencial, y éstas tienden a desaparecer
en árabe) y acortamiento de la ā inicial por confusión con el
artículo al-.
En cualquier caso la etimología de esta palabra remite a la misma
raíz que ʾEl y ʾElohīm (אֱלֹהִים),
términos que designan a Dios en la Biblia y que forman parte de
numerosos nombres propios de origen hebreo, como Samuel, Daniel,
Rafael, Miguel, etc.
Demiurgo: Nombre dado por Platón al Uno o Creador del universo. Platón, filósofo adelantado a su época, ya postulaba la grandeza del Creador a pesar de vivir en un país con antiquísima tradición politeísta. Es de observar que "Demiurgo" (literalmente "obrero público") no es palabra que designe a un dios (teo-). Los herejes gnósticos pensaban que el Demiurgo era un dios inferior maligno que creo la materia debido a un error de Sofía (la Sabiduría), creían que Yavé era el mismísimo Demiurgo. No pararon a pensar que Yavé fue una asociación de El, retocada al gusto de los líderes religiosos judíos (especialmente en lo tocante a la usura).
Tales blasfemias y necedades fueron refutadas por los neoplatónicos, especialmente Plotino, pues consideraban que los gnósticos tomaban a su conveniencia las ideas de Platón para llegar a la conclusión de que el Universo es tan imperfecto como el Creador. Detrás de la filosofía gnóstica no existe originalidad alguna, tan solo conceptos filosóficos muy antiguos mezclados y arreglados al antojo de aquellos que se sentían atrapados en el cuerpo y la materia.
Demiurgo: Nombre dado por Platón al Uno o Creador del universo. Platón, filósofo adelantado a su época, ya postulaba la grandeza del Creador a pesar de vivir en un país con antiquísima tradición politeísta. Es de observar que "Demiurgo" (literalmente "obrero público") no es palabra que designe a un dios (teo-). Los herejes gnósticos pensaban que el Demiurgo era un dios inferior maligno que creo la materia debido a un error de Sofía (la Sabiduría), creían que Yavé era el mismísimo Demiurgo. No pararon a pensar que Yavé fue una asociación de El, retocada al gusto de los líderes religiosos judíos (especialmente en lo tocante a la usura).
Tales blasfemias y necedades fueron refutadas por los neoplatónicos, especialmente Plotino, pues consideraban que los gnósticos tomaban a su conveniencia las ideas de Platón para llegar a la conclusión de que el Universo es tan imperfecto como el Creador. Detrás de la filosofía gnóstica no existe originalidad alguna, tan solo conceptos filosóficos muy antiguos mezclados y arreglados al antojo de aquellos que se sentían atrapados en el cuerpo y la materia.
Los Profetas: San Isidoro (s.VII) comenta sobre los profetas:
A los que los
gentiles llaman vates, los denominamos nosotros profetas, como si
dijéramos “praefetores”, porque predicen y presagian lo que de
cierto va a ocurrir en el futuro (Nt: Profeta, del griego
“prophétes” –derivado de “pro-phemí”- significa tanto “el
que predice algo”, según la ideología antigua, como “el que
habla en nombre de otro”. El término griego significa
originariamente “el que dice lo que la divinidad le ha inspirado”;
de ahí, en sentido más amplio, “anunciador de una doctrina”,
“representante”, “intérprete de algo”. Los profetas de que
nos habla Isidoro participan de alguno de estos sentidos, y a veces
del sentido complejo).
En el Antiguo
Testamento, a los profetas se les llama videntes, porque veían lo
que los demás eran incapaces de ver y penetraban en las cosas
veladas por el misterio. Por eso está escrito en Samuel: “Vayamos
al vidente” (1 Re 9,9). Y en Isaías: “Vi al señor
sentado sobre un excelso y elevado trono” (6,1). Y en
Ezequiel: “Se abrieron los cielos, y visiones de Dios” (1,1).
Siete son los
tipos de profecía. El primero es el éxtasis, que es un arrobamiento
de la mente; así fue como Pedro, en un rapto espiritual, vio aquel
recipiente enviado desde el cielo y repleto de una variedad de
animales. El segundo es la visión, como se lee en Isaías, cuando
dice: “Vi al Señor sentado sobre un trono excelso (Is 6,1). El
tercero es el sueño; así vio Jacob, mientras dormía, una escala
que pendía del cielo. El cuarto tiene lugar por medio de una nube,
que es como Dios dirigió la palabra a Moisés y también a Job
después de sus dolorosas pruebas. El quinto es la voz que proviene
del cielo, como la que resonó diciéndole a Abrahán: “No pongas
tu mano sobre el niño” (Gén 22,12). Y a Saulo en el
camino: “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues” (Act 9,4). El
sexto tipo es la parábola, que se escucha como ante Salomón en los
Proverbios, o ante Balaam, cuando fue llamado por Balac. El séptimo
se da cuando se está lleno del Espíritu Santo, como les sucede a
casi todos los profetas.
De los siete
tipos de profecía que menciona Isidoro, los más frecuentes e
importantes son, por este orden: la visión, el sueño y el éxtasis.
La mayor parte de las visiones de los profetas hay que entenderlas,
sin duda, como subjetivas. Yahvé obra sobre su fantasía, y en ésta
surgen imágenes visuales, auditivas e incluso táctiles. Por
ejemplo: Is. 6,1-13; Am. 8,12; Jer. 1,11ss; Ez.
1,4 a 2,10. Los sueños fueron generalmente entendidos, entre los
israelitas como predicciones y revelaciones de Yahvé. Los éxtasis
solían acompañar a las visiones, como vemos en Jer. 23,9;
Is. 8,11; Am. 3,8; Ez. 3,12-15; Dan.
10,8-17. Continúa Isidoro:
Algunos
autores han dicho que hay tres tipos de visiones. La primera, la que
se contempla por los ojos del cuerpo; así vio Abrahán a aquellos
tres jóvenes bajo la encina de Mambré; y Moisés, el fuego en el
zarzal; y los discípulos, al Señor transfigurado en el monte entre
Moisés y Elías, etc. El segundo tipo, la que se contempla por los
ojos del espíritu, por el cual damos imagen a aquellos sentimientos
que experimentamos a través del cuerpo; así Pedro observó aquel
plato con varios animales que descendía del cielo; e Isaías vio, no
corporal, sino espiritualmente, a Dios en un elevadísimo trono. Y es
que Dios no se circunscribe a una forma corpórea, sino que, de la
misma manera que se dicen de él, en forma figurada, muchas cosas que
no le son propias, así también figuradamente se muestra en muchas
visiones.
El tercer
tipo de visión es la que no se capta ni por los sentidos corporales
ni por aquella parte del alma con la que se aprehenden las imágenes
de las cosas corporales, sino a través de una intuición mental por
la que se contempla la verdad comprendida. Así Daniel, dotado de
esta intuición vio con su mente lo que Baltasar había visto
corporalmente. Sin este tercer tipo de visión, los dos anteriores
resultan estériles o pueden inducir a error. Todos ellos, empero,
están administrados por el Espíritu Santo. No solamente el varón
bueno puede poseer el don de la profecía, sino también el perverso.
Así nos encontramos con que el rey Saúl profetizó: perseguía al
santo David y, lleno del Espíritu Santo, comenzó a profetizar.
Sabemos que los
antiguos hititas se valían de profecías para presagiar. En la
Biblia, los profetas desempeñan un papel esencial. Al final del
periodo de los Jueces (c. 1200-c. 1030 a.C.), los profetas “de
profesión”, como Elías y Eliseo, se hicieron portaestandartes de
la religión de Yahvé contra el culto de los dioses cananeos;
desaparecieron con la cautividad de Babilonia en el siglo VI a.C. Los
verdaderos profetas de Israel (del s. VIII al s. II a.C.), profetas
“de vocación”, lanzaron un mensaje esencialmente religioso que
determinó las líneas maestras del pensamiento del Antiguo
Testamento: el monoteísmo, la Alianza y el mesianismo. La tradición
los ha clasificado en profetas mayores (Isaías, Jeremías, Ezequiel,
a los que la tradición católica añadió Daniel) y profetas menores
(Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahum, Habacur,
Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías).
Los grandes
profetas fueron los verdaderos creadores del monoteísmo judío, al
luchar contra los cultos cananeos y contra el sincretismo religioso
que se filtraba por todas partes, como hizo ya el profeta Elías en
tiempos de los reyes del reino del norte, Ajab y Oczías (874-850
a.C.). Lucharon contra una de las formas más difundidas de la
religiosidad cósmica, propia de un pueblo de agricultores que creían
que lo demás se manifiesta en objetos y ritos cósmicos. Los
profetas judíos vaciaron la naturaleza de toda presencia divina. El
culto y los sacrificios cruentos fueron objeto de duras críticas. No
sólo predicaban la desacralización de la naturaleza, la
desvalorización de la actividad cultual, sino también la
regeneración espiritual del individuo. Al atacar la religión
cósmica los profetas anteriores al destierro anunciaron la ruina del
país, la desaparición del Estado hebreo y la total aniquilación
del pueblo. Solo les interesaba la política desde la verdadera
religión. Las catástrofes que azotaban a los judíos eran la
manifestación de la cólera de Yahvé y teofanías negativas.
Descubrieron por vez primera el significado de la historia como
epifanía de Dios, teoría aceptada por el cristianismo.
En Israel hubo
dos tipos de profetas. El primero estaba formado por los profetas
llamados cultuales, que actúan cerca del templo y participan en los
ritos junto a los sacerdotes. Son profetas de la corte asociados a
los santuarios del rey. Muchos fueron falsos profetas y anunciaban lo
que el monarca quería oir. Un segundo grupo estaba integrado por los
profetas escritores desde Amós al segundo Isaías. Proclamaban su
mensaje en virtud de una vocación especial. Se proclamaban
mensajeros de Yahvé, que los llamaba directamente a profetizar.
Todos los profetas de este segundo grupo estaban convencidos de la
autenticidad y urgencia de su mensaje. La posesión divina se
manifestaba frecuentemente mediante el éxtasis. Algunos, como Oseas,
fueron acusados de locos. Se trataba solamente de las sacudidas
efectistas provocadas por la presencia terrorífica de Yahvé. Este
fenómeno es bien conocido a través de las enfermedades iniciáticas
de los chamanes, y las locuras de los grandes místicos de todas las
religiones. Los grandes profetas no solo tenían facultades
adivinatorias, sino poderes de carácter mágico. Muchos gestos suyos
tenían un valor simbólico. La revelación de Yahvé era directa. La
fuente de inspiración podía ser la visión, la audición, el sueño,
el conocimiento milagroso, etc. El profetismo del Antiguo Testamento
no es fenómeno original de Israel, pues se documenta en todo el
Próximo Oriente, como en Mari, etc.
No hubo una
oposición radical entre sacerdotes y profetas. Estos estuvieron
relacionados con el culto y el templo. Así, Isaías recibió una
visión en el templo. Jeremías y Ezequiel fueron sacerdotes. Joel,
Habacuc, Nahún y Sofonías compusieron piezas litúrgicas.
Sacerdotes y profetas tenían puntos comunes. No hubo en el templo de
Jerusalén profetas que formaran una clase particular del clero. En
varios profetas como Amós, Isaías y otros, hay un ataque duro
contra la explotación del hombre por el hombre, de las viudas,
huérfanos, extranjeros y esclavos por razones estrictamente
religiosas. Es lo que gusta a Yahvé y no los sacrificios. También
contra la vida de lujo escandaloso de los ricos. Dios quiere la
aplicación del derecho y la justicia.
Los ricos
“venden al inocente por dinero... tuercen el proceso del
indigente”, según las palabras de Amós (2, 6-7). Sus riquezas han
quedado reducidas a polvo (4, 7-11). Estos pecadores confiados
multiplican sus sacrificios... Amós pone en boca de Yahvé la
siguiente frase: “Detesto y rehúso vuestras fiestas... por muchos
holocaustos y ofrendas que me traigáis, no las aceptaré ni miraré
vuestra víctimas cebadas.” (5, 21). Yahvé (5, 24-25) solo admite
el cumplimiento de la justicia y del derecho. Isaías hace decir a
Yahvé: “Qué me importa el número de vuestros sacrificios. Estoy
harto de holocaustos de carneros, de grasa de cebones.” (1, 11). No
vale nada negar porque vuestras manos están llenas de sangre (1,15).
Aprended a obrar el bien: buscad el derecho, enderezad al oprimido,
defended al huérfano, proteged a la viuda (1, 17). Isaías ataca los
pecados políticos y sociales: la opresión de los pobres (3, 12-15),
la injusticia social (5, 1-7, 23), el espolio de las tierras (5,
8-10), pecados que el profeta considera como actos de rebeldía
contra Yahvé (1, 2-3), condena a los malos gobernantes (28, 19-22) e
incluso a los sacerdotes y profetas cultuales (28, 7-13). Mensaje
parecido predica Jeremías (7, 9-11) y pasará al cristianismo.
Diferentes pueblos y culturas han hecho estudios sobre El Único.
Esta entrada puede ser un "empujoncito"
que anime al lector interesado a que investigue por su cuenta.
Los siguientes libros clásicos son áltamente recomendables:
-La Biblia (Antiguo Testamento)
-El Corán
-Tratado de la unidad (Ibn Arabi)
-Tao te king (Lao Tse)
-Wen Tzu (Lao Tse)
-Tao te king (Lao Tse)
-Wen Tzu (Lao Tse)
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