A menudo se denomina "héroe"
a todo aquel que realiza una acción digna de elogio poniendo en
riesgo sus intereses o su integridad física y mental. Siguiendo este
concepto popular, todo el mundo es un héroe potencial. Emociones
como la ira, el amor, el odio o el miedo pueden llevar a todo hijo de
vecino a cometer una heroicidad. Todos hemos cometido alguna que otra
en nuestras vidas, aunque con distintos grados y frecuencias. Sin
embargo el héroe como tal es de otra pasta, pues es aquel en el que
el acto heroico es parte común de su comportamiento, por ello sus
hazañas son numerosas y pervive siempre en el recuerdo de al menos
los que le conocieron. Abajo Hércules y la hidra.
Héroe tiene como raíz etimológica
ser-1 (proteger). Es vocablo que procede del griego, con significado
de "protector" "héroe". Es básicamente un líder
épico que protege a los suyos arriesgándose sobremanera. Los heroes
fueron objeto de culto entre los antiguos gentiles, especialmente en
toda la zona mediterranea, y hubo templos consagrados a ellos. Uno de
los más célebres fue Hércules o Heracles, llamado Melkart por los
fenicios. Las gestas de los héroes han sido elogiadas desde siempre
por poetas y juglares, a menudo exageradas con fines puramente
artísticos o comerciales. Incluso los teurgos los adoraban y tenían
a los héroes como una más de las variadas entidades que poblaban el
otro mundo: dioses, ángeles, demonios, héroes, etc. Abajo Áyax con el cuerpo de Aquiles.
Hesíodo, en "Los trabajos y los
días" llama "héroes o semidioses" a los hombres de
la cuarta raza, los que vivieron entre la edad de bronce y la edad de
hierro. Píndaro, poeta griego del s.V a.C., distingue tres
categorías de seres: dioses, héroes y hombres. En el "Crátilo",
uno de los diálogos de Platón, el filósofo Sócrates relaciona el
término con el amor (en griego eros) define a los héroes
como "nacidos de los amores de un dios y una mortal o de un
mortal y una diosa": serían por tanto semidioses, y tal es, en
la Antiguedad, el sentido más frecuente del término. Pero desde la
Ilíada (s.IX a.C.) hasta los autores latinos, aparecen diversas
acepciones de la palabra: el héroes es unas veces un caudillo
militar -y por extensión cualquier hombre que se distingue por su
nacimiento, su coraje o su talento-; otras veces es un semidiós, a
medio camino entre los dioses y los hombres; puede ser también una
divinidad local, un jefe de tribu, de ciudad, de una agrupación
(sería el caso en Atenas de los héroes epónimos, que dieron su
nombre a las diferentes tribus que integraban la ciudad); por último
el epíteto de héroe es concedido también a los emperadores romanos
divinizados. Abajo Jasón y el vellocino.
En general en la mitología griega
pueden distinguirse una serie de rasgos esenciales. Lo héroes tienen
estrechas relaciones con el combate, las artes adivinatorias, la
medicina, la iniciación y los misterios (Orfeo). Fundan ciudades y
su culto tiene un carácter cívico. Son los antepasados de grupos
consanguíneos (Tántalo) y los representantes prototípicos de
muchas actividades humanas fundamentales (Dédalo, Ícaro). Se
distinguen por poseer ciertos atributos físicos que les hacen
destacar (belleza, fuerza sobrehumana) y que pueden lindar con lo
monstruoso: Pélope tiene una estatura gigantesca, Hércules tiene
tres filas de dientes. A veces representan ciertos rasgos físicos
animales: Cécrope, primer rey mítico del Ática, es un ser mitad
hombre y mitad serpiente.
Desde su nacimiento y su infancia
demuestran un comportamiento excéntrico marcado por la desmesura
("hibris") y la violencia que traduce su naturaleza
ambivalente, por no decir aberrante: padres o parientes muertos,
asesinados por envidia o cólera -incluso sin razón-, fecundaciones
en masa (Heracles), violaciones, incestos (Tiestes, Edipo), diosas
agredidas (Ixión intenta violar a Hera), santuarios profanados
(Aquiles mata a Troilo, el hijo menor de Príamo, en el templo de
Apolo; Áyax Oileo viola a Casandra en el templo de Atenea). Abajo Aquiles contra Héctor.
Los héroes son los testigos de la
fluidez de los orígenes que presidió el principio de los tiempos.
Después de la cosmogonía y el triunfo de Zeus, y tras la aparición
de los hombres, cuando todavía las estructuras y las normas no
estaban lo suficientemente establecidas para determinar la medida de
las cosas, participaron en la elaboración de las instituciones, de
las leyes, de las técnicas y las artes, fundando así el universo
humano, donde las transgresiones y los excesos quedarán proscritos
en lo sucesivo. Desde ese momento, el tiempo del mito, de carácter
mágico, abierto, inacabado y contradictorio, queda definitivamente
cerrado y deja paso al tiempo de la historia.
Productos de una fecundación divina
extraordinaria (como Perseo, hijo de Dánae, engendrado por Zeus bajo
la apariencia de una lluvia de oro), los héroes se distinguen en
ocasiones por una doble paternidad, como Heracles o Teseo. La mayoría
de las veces son abandonados de niños al revelarse inquietantes
profecías para la familia (Edipo, Perseo), y son amamantados por
animales salvajes (Paris alimentado por una osa, Rómulo y Remo por
una loba). Viajan a tierras lejanas (Ulises, Jasón), se distinguen
por sus innumerables proezas, celebran matrimonios divinos (Peleo y
Tetis, de cuya unión nacerá Aquiles; Cadmo y Harmonía).
Ancestros epónimos de razas, de
pueblos o de familias (los argivos descienden de Argo, Pélope dio su
nombre al Peloponeso, Atreo es el antepasado de los Atridas), reyes
míticos (Teseo), inician a los hombres en el conocimiento de
diversas instituciones y oficios: las leyes cívicas, la monogamia,
la metalurgia, el canto, la escritura, la estrategia... Fundadores de
ciudades por excelencia (Teseo, Cadmo, Rómulo), inspiran a los
personajes históricos a la fundación de colonias, convirtiéndose
a su vez en héroes después de su muerte. Abajo Ulises (Odiseo) atado al mástil frenta a las sirenas.
Instauran asímismo los juegos
deportivos (Pélope, Heracles), lo que explica la heroificación de
los atletas victoriosos. Algunos están asociados a los ritos de
iniciación de los adolescentes. Muchas de sus aventuras son, de
hecho, pruebas iniciáticas como la penetración de Teseo en el
laberinto y su combate victorioso ante el minotauro, o el paso ritual
de Aquiles a través del fuego y el agua cuando fue educado por los
centauros.
Pero el rasgo más característico de
los héroes es su muerte, siempre violenta, en la guerra o por
traición, y singularmente dramática: Orfeo y Penteo mueren
despedazados, Acteón es devorado por sus propios perros, Hipólito
por sus caballos, Asclepio es fulminado por Zeus... Muchas veces los
héroes sucumben víctimas de la locura y de su propia violencia
(Áyax, Heracles). Nunca dudan en enfrentarse con los dioses como si
fueran sus iguales, pero con la excepción de Heracles, el héroe
perfecto cuya apoteosis señala su divinización, siempre es
cruelmente castigado por los Olímpicos. La muerte magnífica, sin
embargo, su condición sobrehumana, próxima a la gloria divina. Abajo Teseo lucha con el minotauro.
Después de su desaparición, los
héroes disfrutan de una "post-existencia" ilimitada. Sus
despojos están cargados de temibles poderes mágicos y se depositan
dentro de la ciudad, a veces incluso en el interior de los santuarios
(así Pélope en el templo de Zeus en Olimpia). Sus tumbas y
cenotafios constituyen el centro del culto heroico, acompañado de
ritos y sacrificios como el de los dioses. El héroe muerto se
convierte en un genio tutelar que protege a la ciudad contra diversos
azotes: invasiones, epidemias, catástrofes naturales, etc. Los
santos y los mártires de la tradición cristiana les sucederán más
tarde en esta función tutelar. La literatura caballeresca medieval
está basada en el concepto popular que existía sobre la figura del
héroe.
La naturaleza del héroe es muy
peculiar, su sacrificio personal en defensa de su comunidad o de los
más débiles conlleva una impresionante fortaleza interna y
liderazgo. Los héroes se dan a conocer principalmente cuando las
circunstancias lo requieren: el guerrero valiente que defiende a su
tribu a capa y espada; aquel que arriesga su trabajo por defender a
sus compañeros de profesión ante los abusos de un empresario
avaricioso o el patriota que arriesga su vida para proteger a su
nación de un gobierno despiadado. En sí mismo su carácter es
"heroico" y eso lo distingue del común de los mortales.
Aún así, como hemos visto, el héroe no es perfecto o un santo,
tiene defectos como cualquiera. Cada sociedad, cultura y religión ha
diseñado su propio héroe como ejemplo a seguir por la sociedad, con
frecuencia manipulando su historia real o dejando de nombrar lo que
no interesa de su biografía.
En tiempos más recientes el prototipo
de héroe es divulgado machaconamente por ciertos medios de
comunicación poderosos o el cine en la forma de "patriota"
o "ciudadano modelo"con objeto de justificar ante el pueblo
las atrocidades de un estado genocida y evitar revueltas.
En el campo
de la política también se ha creado un peculiar panteón repleto de
patrañas que sirven para mantener el status quo además de
justificar no pocos homenajes y comilonas: la diosa democracia, los
héroes de la transición, los héroes fundadores nacionalistas, etc. Abajo estatua heroica de Blas Infante, "padre" de la patria andaluza.
Ciertamente la figura del héroe original no tiene nada que ver con
los cuentos y mitos que nos han llegado de sus peripecias. Así,
Jasón o cualquier otro sería un héroe valeroso cuya admiración excitó la
imaginación e invenciones posteriores de artistas y mandamases una
vez que las proezas reales del individuo se habían olvidado, de ahí que llegaran a ser semidioses. No
debemos olvidarnos de los muchos héroes anónimos que han vivido en
todas las épocas y lugares, así como de otros que a los poderes
fácticos no interesa sacar a flote su memoria.
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