Otro artificio bastante común entre
los magos son las hechuras, hechizos u objetos tangibles que se
emplean para conseguir sus propósitos. Se llaman hechiceros a los
magos que dominan principalmente este arte. La raíz etimológica es
dhe- (poner, arreglar). Del latín facere "hacer".
Hechizo es "artificioso, postizo", sustantivado en el
sentido de "artificio supersticioso de que se valen los
hechiceros"; de la correspondiente forma portuguesa feitiço
(del latín facticius "hecho con arte"), mal
pronunciada por los negros, se tomó el francés fétiche, de
donde "fetiche".
Fray Eymerich condena a los hechiceros en el siglo XIV:
En el siglo XVI, Antonio de Torquemada define a las hechiceras:
Fray Eymerich condena a los hechiceros en el siglo XIV:
Los hechiceros y adivinos son
procesados por el Santo Oficio, cuando en sus encantos hacen cosas
que rocen con la herejía, como bautizar por segunda vez a las
criaturas, adorar a una calavera, etc. Mas si se ciñeren a adivinar
los futuros contingentes por la quiromancia o rayas de la mano, o por
el juego de dados, o el aspecto de los astros, que son meras
hechicerías, serán juzgados por los tribunales seglares. Los que
dan pócimas amatorias a las mujeres para que los quieran, se asimila
a estos últimos. Conforme a esta última observación, si el
hechicero que invoca al diablo, por ejemplo, para que se enamore de
uno una mujer, y se vale de los imperativos, te mando, te suplico, te
pido, te ruego, etc.. es hereje manifiesto, porque estas fórmulas
suplicatorias suponen y contienen adoración implícita.
En el siglo XVI, Antonio de Torquemada define a las hechiceras:
Hechiceras
se dicen aquellas que, aunque no dejan de tener familiaridad y
conversación con el demonio, es de tal manera que ellos mismos
apenas entienden el engaño que reciben; y porque se aprovechan de
algunos signos y caracteres y otras supersticiones, en que
tácitamente invocan nombres de demonios y se aprovechan de su ayuda;
y para que con mayor disimulación el demonio las tenga de su bando,
aprovenchase juntamente con algunas propiedades de yerbas y raíces y
de piedra y de otras cosas que tiene virtudes ocultas; y así van
mezclando lo uno con lo otro, que son la magia natural con la del
demonio.
En sentido amplio, la hechicería es el
conjunto de prácticas que pretenden la manipulación de la
naturaleza por medios no naturales. Para ello se vale, por un lado,
de las propiedades ocultas de plantas, minerales y fluidos animales,
los cuales utiliza para la preparación de remedios terapéuticos,
filtros amorosos o venenos que pueden usarse para provocar
enfermedades o la muerte. Además de los recursos materiales, el
hechicero utiliza unas fórmulas orales que, recitadas durante la
ceremonia o ritual mágico, cargan o aumentan el poder de la
preparación. Según
documentos medievales españoles, en la magia de las confecciones o
mezclas se incluían todas las hierbas, todos los árboles, las
piedras y los elementos.
Entre los componentes más usados históricamente se hallan:
-Del reino mineral: La magnetita o
“piedra imán” (aunque a veces se utilizaba como tal cualquier
otro mineral), carbón, mercurio, berilo, carbunclos, draconita,
ámbar amarillo (resina), ámbar gris (excrementos endurecidos de
cachalotes), azogue, lapislázuli, solimán, etc.
-Del reino vegetal: El helecho, romero,
habas, alcanfor, cebolla albarrana, cepacaballo o equiseto, agua de
rosa, trébol, jazmín, culantrillo, estoraque, laurel, ruda, beleño,
mandrágora, estramonio, digital, amanitas (muscaria y phalaoides),
aloe, hiedra, limón, vinagre, etc.
-Del reino animal: La algalia, tela de
caballo o “hipomanes”, placenta de diversos animales (mantillo),
almizcle, picos de golondrina, colmillos de lobo y ojos de loba,
sangre de culebras, plumas y corazón de abubilla, moscas del tipo
cantárides, espina de erizos, aceite serpentino (al parecer,
confeccionado con veneno de víbora), venenos de distintos animales,
aceite de escorpión, barbas y sangre del macho cabrío, cuerno de
ciervo, huesos de corazón de ciervo o bezoar, hiel de diferentes
animales, sesos de asno, etc.
-De origen humano: Semen, sangre
menstrual o de otro origen, pelos, uñas, sudor, orina, saliva
(especialmente la que se obtiene en ayunas), piel, dientes
(especialmente los de ahorcados), mantillo de niño (amnios o bolsa
amniótica), etc.
-Objetos consagrados: Hostias, trozos
de la piedra del altar (ara consagrada), cera del cirio pascual, agua
bendita, etc.
-Otros de difícil calificación:
Tierra de cementerio, tierra pisada por la víctima del hechizo,
trozos de ropa, piedra del águila, soga de ahorcado, etc.
Todos los hechizos forman parte de cuatro grandes familias: fascinaciónes, veneficios, fijaciones y ligaduras. Las iremos
analizando en futuras entradas. Según la moralidad de los fines del
hechizo se clasifican en maleficios y beneficios. Si bien había
hechiceros especializados en maleficios o beneficios, también los
había que se servían de ambos.
Los beneficios (no confundir con
veneficio) más comunes estaban destinados a desligar y deshechizar.
Entre las ligaduras benéficas se hallan los colgantes u objetos que
se llevan atados al cuerpo, consistentes en precantaciones o
caracteres mágicos. El beneficio es rara vez nombrado dada la mala
fama que tuvo la magia entre los eruditos medievales, sin embargo en
un texto hispano del s.XIII se lee:
Ellas Fueron rayz de los fechizos, e
de las conjuraçiones, e de los encantamentos, e de los malefiçios...
e otrosí que ellas fueron rayz de los benefiçios que es sanar de
todos estos malos fechos e de tornar que los que fuxiesen que no
pudiesen yr adelante. E dizen que ellas auíen el saber de los
transmudamientos de las cosas de los poderes de las suertes.
Los maleficios eran hechizos realizados
con perversas intenciones, los más comunes eran las ligaduras, fijaciones, los venenos, las drogas nocivas y el mal de
ojo. Los magos que se especializaban en ellos se llamaban maléficos,
San Isidoro (s.VII) comenta sobre ellos:
Los magos o maléficos perturban
los elementos, trastornan las mentes de sus víctimas. Sin veneno
alguno, provocan la muerte con sus cármenes ("malum carmen").
Como dice Lucano: “De ahí que la mente sin tener veneno alguno,
parece encantada (incantata)”. Conjuran demonios, presumen de
eliminar a sus enemigos con malas artes. Se sirven de sangre y
víctimas. A menudo tocan los cuerpos de los muertos.
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