"Fascinar" es palabra de
origen etimológico incierto, sin embargo lo más probable es que su
raíz sea dhe- (poner, arreglar), del latín facio "hacer"
con derivación facies "haz", "cara",
"aspecto". Es pues, una expresión o gesto que se pone con
el rostro para provocar algún efecto en la víctima. Comparte raíz
etimológica con "hechizo", con lo que podemos afirmar que
se trata de hechicería, además "fascinar" es sinónimo de
"enhechizar"; y aojado o fascinado es lo
mismo que enhechizado. Todos sabemos bien el alto grado de
fascinación (engañar, alucinar, ofuscar) que puede provocar un
rostro horrible o atractivo. Nadie desconoce como la culebra, al
mirar con fijeza al sapo, lo atrae hacia ella hasta venirle a la
boca; y se cree también que el gavilán, al divisar un pájaro desde
cierta distancia, lo paraliza hasta el momento que se arroja sobre
él. Es lo que se conoce como mirada hipnótica o hipnosis.
El órgano de la faz con mayor
capacidad de fascinación es el ojo, tanto es que "fascinador"
ha sido históricamente sinónimo de "aojador". El mal de
ojo es conocido desde la Prehistoria en toda la cuenca Mediterránea,
y según algunos estudios en más de medio planeta. Los métodos
tradicionales para combatirlo más frecuentes son los amuletos con
forma de falo (llamados fascinum) u otros colgantes fabricados con azabache (collares, pendientes,
esculturas, etc.). Se dice que los antiguos árabes se hacían nudos
en la barba para conjurar el mal de ojo. Hay innumerables modos
supersticiosos para combatirlo. Eran las hechiceras o desaojadoras
las especialistas en quitarlo, aunque también lo eliminaban los
curas y algunas brujas. Quizá debido al carácter envidioso del
español, el mal de ojo fue en la Península tan frecuente como
dañino.
Había dos formas de aojamientos: Uno
por curso natural (bacterías o virus) y la otra es por hechicerías
de maleficios diabólicos. No se trata de mal de ojo si se sospecha
que “aquel doliente ha sido maleficiado por maliciosas hechicerías
de nigrománticos o de bruxas, o de otras malditas personas”.
"Aojar"
es también conocido como "atravesar", "enhechizar"
o "fascinar". Suele culparse a las brujas y meigas sobre
este "arte", aunque en el occidente europeo hubo un tipo de
hechicera especializada en aojar: la fascinaria.
Hay un estrecho vínculo entre la envidia y el mal de ojo, de hecho
como su etimología indica la envidia (videre)
entra por los ojos.
1-La enfermedad producida por “aojo”
se puede presentar de distintas formas, manifestándose, en general,
como afecciones que interesan al aparato digestivo y a la cabeza. Los
trastornos se caracterizan por síntomas de inapetencia, desgana,
decaimiento, ojos caídos, dolor de cabeza en sus múltiples facetas,
etc. Cuando un individuo ha sido víctima del mal de ojo, lo que le
sucede es que “se le para la comida en el estómago”; esto de
denomina “empacho” o “asiento”. No obstante, dicho trastorno
puede ser debido a causa distinta del “mal de ojo”.
Entre los efectos perniciosos más
comunes que provoca el mal de ojo en las personas se encuentran los
traspiés, piojos, enfermedad, no comer, quedarse parado, impedir
viajar, manchas en brazos y pecho, delgadez extrema y volverse medio
loco. Según un estudio de Carmelo Lisón Tolosana en Galicia, entre
los animales domésticos los efectos son los siguientes:
No dan leche (en su lugar sangre) 35%
Enferman 21%
Se paran, se sueltan, vuelcan el carro
14%
No andan 12%
Cornean, dan patadas 7%
No aran 5%
Abortan 4%
No comen 2%
2-Respecto a quienes pueden ser
víctimas del mal, el criterio es unánime: se trata de niños,
animales y personas adultas, siguiendo este orden en cuanto a
frecuencia de casos. El
objeto de la envidia o aojo suelen ser las mejores vacas o las que
más leche dan, el niño más guapo, el cerdo más cebado, la persona
afortunada, en definitiva todo aquello digno de envidia. Abajo
tenemos unas estadísticas sobre las víctimas
del aojamiento en Galicia:
Animales domésticos (principalmente
vacas) 72%
Personas (sobre todo niños) 24%
Objetos (se dañan o estropean)
4%
3-La facultad de echar mal de ojo la
posee cualquier persona, si bien, algunas tienen mas fuerza que otras
para “esa gracia”. En general, se trata de un acto involuntario,
es decir que no existe intencionalidad en el que provoca la
enfermedad, aunque también se dan casos en los cuales existe
voluntad de hacer daño. En definitiva, se puede concluir que existen
tres tipos de aojadores que pueden agruparse en dos categorías:
aojadores involuntarios desconocidos, aojadores involuntarios
conocidos y aojadores voluntarios desconocidos (en el caso de existir
aojadores voluntarios conocidos, se les habría expulsado de la
comunidad, castigado u obligado de cualquier forma a no repetir
dichos actos, por tanto no se considera esta opción). Algunas
personas instaban a los aojadores involuntarios conocidos para que
mirasen hacia abajo o se taparan el "ojo maligno" con una
venda para evitar desgracias, incluso en algunas localidades gallegas
se les ha obligado a llevar gafas oscuras en pleno siglo XX.
El carácter de los que provocan el mal
de ojo de forma voluntaria se identifican con: malas personas,
envidiosos, avaros, hipócritas, entrometidos, chismosos, rencorosos,
coléricos, pendencieros, personas con mala suerte personal, carácter
fuerte, poco cívicos y maleducados. Es alta la estadística entre
ancianos, pobres, extranjeros, solitarios y marginados. Es de
destacar que son mayoritariamente mujeres las causantes del aojo. El
aojador suele tener una mirada brava que provoca un desconcierto en
la víctima. A decir de algunos testigos y textos históricos, si el
que ha sido objeto de un aojamiento por parte de una meiga es
consciente de ello y trata de amenazarla o gopearla, el aojamiento
desaparece al instante. Como puede comprobarse el aojo voluntario es
provocado por los que carecen de bienes o fortuna y marginados de la
sociedad (como las meigas), aquellos que tienen motivos reales para
envidar al prójimo y a sus posesiones. A menudo el aojamiento viene precedido de un insulto o maltrato verbal al aojador.
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