Los manes o dioses manes eran los difuntos en el mundo romano,
estaban asociados de algún modo al culto personal, local y
doméstico, al igual que los lares, penates y genios. Se les honraba
en Febrero durante las Parentalia. En las tumbas se escribía
comúnmente DM (a los dioses manes), siglas que siguieron
escribiéndose posteriormente incluso en las tumbas cristianas. Se
les hacía sacrificios sangrientos para aplacarlos, por ejemplo en
los juegos gladiatorios. Según Cicerón los manes podían invocarse
desde las cuevas cercanas al lago Averno. La raíz etimológica es
ma- (bueno), del latín manis, palabras que comparten raíz
son: mañana, amanecer, madrugar, matutino y madurar. Bastante poco
es lo que sabemos sobre ellos, aunque tienen origen pagano,
paradójicamente es en la Alta Edad Media cuando más datos existen
sobre ellos. Muchos estudiosos pasan por completo de estos datos
medievales, como si hubiera una línea separadora infranqueable entre
la Antiguedad y la Edad Media. El paganismo no se erradicó en el occidente europeo hasta finales de la Edad Media y en algunos lugares rurales perduró hasta bien entrado el Renacimiento.
San Isidoro (s.VII):
Denominan
manes a los dioses de los muertos, cuya potestad y morada sitúan
entre la luna y la tierra. Creen que de ellos recibe su nombre la
mañana. Es opinión de que son así denominados por el nombre del
aire, que se dice "manós", esto es "claro", y se
les llama manes porque se expanden ampliamente por las auras
(vientos), o porque son benévolos, contrarios a los crueles
(inmanes), y con este nombre se les conoce. Apuleyo, en cambio,
piensa que se les aplica el calificativo de manes por antífrasis,
considerándolos benévolos y modestos, cuando en realidad son
terribles y crueles, como las Parcas o las Euménides. Se dice que
Manto, hija de Tiresías, traída a Italia después de la destrucción
de los tebanos, fundó la ciudad de Mantua. Se halla ésta en el
Véneto, que se conoce como Galia Cisalpina. Y se la llamó Mantua
porque cuída de sus manes.
En la "vida de San Ricardo" (s.VIII) se comenta que los
dusii hemaones o dusii manes dañan la orticultura.
Ricardo, nacido hacia el año 560 en Amiens, Picardía, fue
convertido al cristianismo por misioneros galeses, sus escritos hacen
mención a creencias entre sus seguidores en el noroeste de la Galia.
Sobre los dusii (llamados maones en algunas revisiones)
dice que robaban cosechas y dañaban los huertos. Estos seres
peligrosos para la agricultura aparecen en otros autores medievales
bajo el nombre de mavones, maones, manes y
magones. Es difícil establecer una relación entre los dussii
(faunos higueros/íncubos) y los manes, si bien San Agustín afirmaba
que los dusii eran aéreos en sustancia y que los demonios
íncubos habitaban entre la luna y la tierra. Desde época griega se
creía que los demonios tenían cuerpos etéreos y que aquellos
malignos vivían en las regiones sublunares. Según Isidoro, la gente
llamaba lunáticos a los epilécticos porque el ataque de los
demonios insidiosos está relacionado con el curso de la luna. Las
brujas también estaban ligadas íntimamente a la luna, en general
había un concepto negativo de nuestro satélite.
De acuerdo con un tratado sobre magia climatológica escrito por el
obispo carolingio Agobardo de Lyon (año 815), Magonia es el nombre
de un reino localizado en las nubes donde vivían piratas aéreos.
Los habitantes de este reino, los magones, se decía que viajaban por
el cielo en naves de nubes y que trabajaban compinchados con unos
brujos llamados "tempestarios", especialistas en provocar
tormentas y pedriscos.
En varias
regiones, casi todos, nobles y plebeyos, ciudadanos y campesinos,
viejos y jóvenes, creen que el granizo y el trueno se pueden
provocar al arbitrio de los hombres. En efecto, apenas oyen tronar o
ven relampaguear dicen: es el "aura levatitia". Si se les
pregunta qué es, algunos con la verguenza del que tiene
remordimientos, y otros con la seguridad de los ignorantes, responden
asegurando que gracias a los encantamientos de los tempestarios, el
viento se levanta, y por eso se llama "aura levatitia"...
Yo mismo he
visto y oído a muchas de estas personas tan locas y hasta tal punto
idiotizadas que creen y sostienen que hay un país llamado Magonia,
de donde vienen naves a través de las nubes; recogen el trigo y los
demás cereales tundidos y segados por el granizo y la tormenta y los
cargan en dichas naves; después de pagar a los tempestarios, los
marineros del aire vuelven a la misma región. Un día vi a muchos de
estos estúpidos papanatas presentar ante un grupo de gente a cuatro
personas encadenadas, tres hombres y una mujer, que habrían caído
precisamente de tales naves. Después de tenerlos en cepos algunos
días, al final reunida alguna gente los trajeron a mi presencia,
como he dicho, para lapidarlos.
Pocos años
atrás, a causa de una mortandad de bovinos, se había extendido el
necio rumor de que Grimoaldo, duque de Benevento, estando en
discordia con el cristianísimo emperador Carlos, había enviado a
algunos hombres con polvos, para esparcer por los campos, colinas,
prados y rios con objeto de envenenar el ganado. He oído decir y he
visto que por esta acusación, muchos fueron capturados: a algunos
los mataron; otros, atados a vigas fueron arrojados al rio y se
ahogaron. Y lo más sorprendente es que los prisioneros se acusaban a
sí mismos, confesando haber tenido aquellos polvos y haberlos
esparcido.
AGOBARDO, De grandine et tonitruis. Siglo IX.
Los magones y los manes debieron ser lo mismo, pues Isidoro habla de
"se expanden por las auras (vientos)" y los campesinos
franceses hablan de "aura levatitia" (levantar vientos)
sobre los magones. A tenor de los datos parece que nuestros
antepasados recibían visitas de naves (en aquella época barcos)
volantes. Obviamente asociaban estas llegadas con sus creencias
religiosas para darle cierto sentido o explicación al fenómeno, del
mismo modo que una tribu perdida del Amazonas que viera un
helicóptero lo tomaría como algo sobrenatural. Hoy muchos dirían
que se trata de alienígenas. ¿Quienes eran los manes? No lo sé,
pero queda claro que eran hostiles pues lograron ganarse el odio de
los campesinos franceses. Se les temía del mismo modo que se les respetaba: su propio nombre es engañoso pues eran dañinos, quizá para aplacarlos y evitar que se enfadaran.
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