La creencia en un juicio final en el que serán juzgados
vivos y muertos es muy anterior al Apocalipsis bíblico. Fue una idea
extendida entre muchos pueblos y culturas, especialmente en el área
mediterránea. Entre ellos destacaron los egipcios, judíos, el
mazdeísmo persa, las religiones romana y griega y más tardiamente
la cristiana. La idea de un limbo o purgatorio de difuntos en espera
de un juicio que les lleve al Tártaro, a los Campos Elíseos parece
estar relacionada o influenciada de algún modo con el día del Juicio
final bíblico. La mención más antigua al juicio final se halla en la mitología sumeria. El dios Enki comenta:
Traducción: Zecharia Sitchin
En esta entrada nos concentraremos en el juicio que
afectará a vivos y muertos (principalmente de la Biblia y el Corán)
que conllevará grandes catástrofes en la tierra.
En época preexílica (s.IX-586 a.C.) tenemos uno de los
primeros que hacen referencia al Juicio.
¡Ay de quienes ansían el Día de Yavé! El día de
Yavé, ¿de qué os servirá? ¡Será tinieblas y no luz! (Amós
5,18)
¿Acaso no se estremecerá la tierra por esto, y hará
duelo todo el que mora en ella, y subirá toda ella como el Nilo, se
agitará y menguará como el Nilo en Egipto? Y en aquel día acaecerá
-oráculo de Adonay Yavé- que haré ponerse el sol al mediodía, y
entenebreceré en pleno día la tierra (Amós
8, 8-9)
En el periodo
postexílico (s.V a.C.-s. I d.C.) la idea fue madurando hasta desarrollarse.
Y sucecerá después de esto que infundiré mi
Espíritu en toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras
hijas, vuestros ancianos soñarán sueño, vuestros jóvenes verán
visiones. E incluso sobre los siervos y las siervas por aquellos días
infundiré mi Espíritu. Y haré prodigios en el cielo y en la
tierra: sangre, fuego y columnas de humo. El sol se trocará en
tinieblas y la luna en sangre, antes de que llegue el grande y
terrible día de Yavé. Más acaecerá que todo el que invoque el
nombre de Yavé será salvo; pues en el monte Sión y en Jerusalén
se guardará el resto salvado, según dijo Yavé, y entre los
evadidos estarán los que Yavé llame. (Joel
3, 1-5)
En el periodo
helenístico-romano tenemos uno interesante:
Continué mirando, hasta que se pusieron unos tronos
y un anciano se sentó; su vestidura era blanca como la nieve; y el
cabello de su cabeza como lana limpia; su trono eran llamas de fuego;
las ruedas del mismo, fuego abrasador. Un rio de fuego corría y
salía de delante de él; miles de millares le servían y miríadas y
miríadas estaban de pie ante él. El tribunal tomó asiento, y los
libros fueron abiertos. Yo miraba entonces a causa del ruido de las
arrogantes palabras que el Cuerno (el rey Antioco IV) profería;
estuve mirando hasta que la Bestia fue muerta y su cuerpo destrozado
y arrojado a las llamas de fuego. A las bestias restantes se les
quitó el dominio y se les otorgó una prolongación de vida hasta un
tiempo y hora determinados.
Proseguí mirando en las visiones nocturnas y he aquí
que en las nubes del cielo venía como un hijo del hombre y llego
hasta el anciano y fue llevado ante Él. Y se le concedió señorío,
gloria e imperio, y todos los pueblos, naciones y lenguas le
sirvieron; su señorío es un señorío eterno que no pasará, y su
imperio no ha de ser destruído. Yo estuve mirando, y ese Cuerno
hacía guerra a los santos del Altísimo; y llegó el tiempo en que
los santos entraron en posesión del reino. (Daniel
7, 9-22)
El profeta Esdrás
advierte sobre una serie de signos que aparecerán el día del
Juicio:
El sol brillará de repente en la noche, y la luna
durante el día; el árbol destilará sangre y la piedra dará su
voz, y los pueblos se conmoverán y los pasos cambiarán, los niños
de un año hablarán a voces, las mujeres encintas darán a luz niños
de tres y cuatro meses, y vivirán y saltarán. Los lugares no
cultivados aparecerán de repente cultivados, y los almacenes llenos
aparecerán de repente vacíos. (IV
Esdras 5, 1-6, 22)
En el mismo libro de
Esdras aparece el mesías:
Y vi una fiera como un león, levantándose de la
selva, rugiendo, y oí cómo dirigió una voz de hombre al águila,
diciéndole: "Escucha y te hablaré. Esto te dice el Altísimo:
¿Acaso no eres tú la que quedaba por venir de las cuatro bestias
que yo había hecho reinar sobre mi mundo, de manera que por su medio
llegará el fin de mis tiempos? Por lo cual tú, águila, desaparece
completamente, tú y tus alas horribles para que se alivie toda la
tierra y descanse, liberada de tu violencia, y espere el día del
Juicio. Y respecto al león que viste que se levantaba de la selva,
rugiendo y hablando al águila, y echándole en cara sus injusticias,
y todas las palabras que oíste: este es el ungido que el Altísimo
reservó para el fin de los días. (IV
Esdras 11-12)
Y sucedió que tras los siete días, tuve un sueño
durante la noche. Y vi que se levantaba un viento del mar de manera
que agitaba todas sus olas. Y miré y vi que este viento hacía que
una figura como de hombre saliera del corazón del mar. Y vi como
volaba ese mismo hombre sobre las nubes del cielo, y hacia donde
dirigía su mirada, temblaban todas las cosas que estaban bajo su
vista y hacia donde salía la voz de su boca, se encendían todos los
que oían su voz, como se derrite la cera cuando siente el fuego. Y
tras esto vi como se congegaba una muchedumbre de hombres innumerable
de los cuatro vientos de la tierra, para luchar contra el Hombre que
había salido del mar. Y vi como formó para sí (el Hombre) una gran
montaña y voló hasta colocarse sobre ella. Y yo quise ver la región
o el lugar donde se había formado la montaña, y no pude.
Y tras esto vi como todos los que se habían
congregado contra él temían grandemente, y con todo se atrevían a
luchar. Y he aquí que cuando el Hombre vio el ímpetu de la
muchedumbre que venía hacia él, no levantó su mano, ni tomó la
espada ni cualquiera de los instrumentos de guerra; solamente vi como
hizo salir de su boca como una ola de fuego y un espíritu de llama
de sus labios; y de su boca hacía salir centellas y tempestades
mezclándose todas estas cosas, la corriente de fuego, el viento de
llama y la fuerza de la tempestad, cayó sobre el ímpetu de la
muchedumbre que que estaba preparada para luchar y los incendió a
todos de manera que nada se viese de la muchedumbre innumerable, sino
solamente el polvo de la ceniza y el olor del humo. Y viéndolo me
quedé atónito. Y tras esto, vi al mismo Hombre que bajaba del monte
y llamaba hacia sí a otra muchedumbre pacífica. Y venían hacia él
rostros de muchos hombres, unos gozosos, otros tristes, unos atados,
otros trayendo ofrendas. (IV
Esdras 13, 1-13)
La victoria del mesías
trae un reino paradisiaco de unos 400 años en el cual se restaurará
la paz y el orden. Los evangelistas también tienen algo que aportar:
Más por esos días, después de aquella tribulación,
el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas
irán cayendo del cielo, y las fuerzas que están en los cielos serán
sacudidas. Y entonces verán al Hijo del Hombre que viene entre nubes
con gran poder y gloria; entonces enviará a los ángeles y reunirá
de los cuatro vientos a sus elegidos, desde el extremo de la tierra
hasta el extremo del cielo. (Mc
13, 24-27)
Se levantará nación contra nación y reino contra
reino. Habrá terremotos en diversos lugares, habrá hambre: esto
será el comienzo de los dolores de alumbramiento del día del
mesías. ¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días!
Porque en aquellos días habrá una tribulación cual no la hubo
desde el principio de la creación, que hizo Dios, hasta el presente,
ni la volverá a haber. (Mc 13,
8, 17-18)
Yo seguía contemplando en las visiones de la noche:
Y he aquí que en las nubes del cielo venía como un Hijo de hombre.
Se dirigió hacia el Anciano y fue llevado a su presencia. A él (el
Hijo del Hombre) se le dio imperio, honor y reino, y todos los
pueblos, naciones y lenguas le sirvieron. Su imperio es un imperio
eterno, que nunca pasará, y su reino no será destruído jamás. Yo,
Daniel, quedé muy impresionado en mi espíritu por estas cosas, y
las visiones de mi cabeza me dejaron turbado. (7,
13-15)
Habrá señales en el sol, en la luna y en las
estrellas, y sobre la tierra perturbación de las naciones, aterradas
por los bramidos del mar y la agitación de las olas, exhalando los
hombres sus almas por el terror y en ansia de lo que viene sobre la
tierra, pues los poderes celestes se conmoverán. Entonces verán al
Hijo del Hombre venir en una nube con poder y majestad grandes. (Lc
21, 25-27)
El Apocalipsis también
hace mención al Hijo del Hombre:
Y seguí viendo. Había una nube blanca, y sobre la
nube, sentado, un como Hijo de Hombre, que llevaba en la cabeza una
corona de oro y en la mano una hoz afilada. Luego salió del
santuario otro ángel gritando con fuerte voz al que estaba sentado
en la nube: "Mete tu hoz y siega, porque ha llegado la hora de
segar; la mies de la tierra está madura". Y el que estaba
sentado en la nube metió su hoz en la tierra y quedó segada la
tierra. (Ap 14, 14-16)
Aunque no nombra a
Jesús queda claro que se trata de él por el contexto del escrito:
Me volví a ver qué voz era la que me hablaba y al
volverme, vi siete candeleros de oro, y en medio de los candeleros
como a un Hijo de Hombre, vestido de una túnica talar, ceñido al
talle con un ceñidor de oro. Su cabeza y sus cabellos eran blancos,
como la lana blanca, como la nieve; sus ojos como llama de fuego; sus
pies parecían de metal precioso acrisolado en el horno; su voz como
voz de grandes aguas. Tenía en su mano derecha siete estrellas, y de
su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro, como el
sol cuando brilla con toda su fuerza. Cuando lo vi, cai a sus pies
como muerto. El puso su mano derecha sobre mi diciendo: "No
temas, soy yo, el primero y el último, el que vive, estuve muerto,
pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos, y tengo las
llaves de la Muerte y el Hades. (Ap
1, 12-18)
El Evangelio de Mateo
indica que la llegada del Hijo del Hombre pillará por sorpresa:
Porque como el relámpago sale por oriente y brilla
hasta occidente, así será la venida del Hijo del Hombre.
Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol
se oscurecerá, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán
del cielo, y las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Entonces
aparecerá en el cielo la señal del Hijo del Hombre; y entonces se
golpearán el pecho todas las razas de la tierra y verán al Hijo del
Hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria. Él
enviará a sus ángeles con sonora trompeta, y reunirán de los
cuatro vientos a sus elegidos, desde un extremo de los cielos hasta
el otro. Más de aquel día y hora, nadie sabe nada, ni los ángeles
de los cielos, ni el Hijo, sino solo el Padre. Velad, pues, porque no
sabeis qué día vendrá vuestro Señor. Por eso, también vosotros
estad preparados, porque en el momento que no penséis, vendrá el
Hijo del Hombre. Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria
acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono
de gloria.
A pesar de la insistencia que hubo en la Antiguedad en
asociar a Jesús con el Hijo del Hombre del Juicio Final, en ningún
texto evangélico Jesús se achaca tal tarea. Probablemnte Jesús
solamente dijo que era "hijo de hombre", una expresión
que en aquella época significaba "yo" o "un
servidor". Tal vez hubo un error en la traducción posterior
como "hijo del hombre" creyendo que hacía referencia al
Juicio Final por desconocer el significado original de dicha
expresión.
En el Apocalipsis se habla de una batalla contra Satanás
en el gran día:
Cuando se terminen los mil años, será Satanás
soltado de su prisión y saldrá a seducir a las naciones de los
cuatro extremos de la tierra, a Gog y a Magog, y a reunirlos para la
guerra, numerosos como la arena del mar. Subieron por toda la anchura
de la tierra y cercaron el campamento de los santos y de la Ciudad
amada. Pero bajó fuego del cielo y los devoró. Y el Diablo, su
seductor, fue arrojado al lago de fuego y azufre, donde están
también la Bestia y el falso profeta, y serán atormentados día y
noche por los siglos de los siglos. (Ap
20, 7-10)
Lo de los mil años corresponde con el primer reino de
Dios o primera fase, el segundo acto es la celebración del juicio:
Luego vi un gran trono blanco, y al que estaba
sentado sobre él. El cielo y la tierra huyeron de su presencia sin
dejar rastro. Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie delante
del trono; fueron abiertos unos libros, y luego se abrió otro libro,
que es el de la vida; y los muertos fueron juzgados según lo escrito
en los libros, conforme a sus obras. Y el mar devolvió los muertos
que guardaba, la Muerte y el Hades devolvieron los muertos que
guardaban, y cada uno fue juzgado según sus obras. La muerte y el
Hades fueron arrojados al lago de fuego -este lago de fuego es la
muerte segunda- y el que no se halló inscrito en el libro de la vida
fue arrojado al fuego. (20,
11-15)
En el Evangelio de
Mateo el Juicio es obra única de Jesús:
Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria
acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono
de gloria. Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él
separará los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de
los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su
izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: "Venid
benditos de mi padre, recibid la herencia del reino preparado para
vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me
disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; era forastero y me
acogisteis. Entonces los justos le responderán: "Señor,
¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento y te
dimos de beber?". Y el Rey les dirá: "En verdad os digo
que cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a
mí me lo hicisteis".
Entonces dirá también a los de su
izquierda: "Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado
para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de
comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me
acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la
cárcel, y no me visitasteis". Entonces dirán también éstos:
"Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o
desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?". Y él
entonces les responderá: "En verdad os digo que cuanto
dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo
dejasteis de hacerlo". E irán a un castigo eterno, y los justos
a una vida eterna. (Mt 25,
31-46)
El Corán es una clara
continuidad -no en vanó Alá se identifica con Yavé en boca de
Mahoma- de los textos bíblicos. Hay muchísimas referencias en él
al Juicio, la más importante se halla en la sura 56 ("el
acontecimiento"):
Cuando suceda el acontecimiento nadie podrá negarlo.
¡Abatirá, exaltará! Cuando la tierra sufra una violenta sacudida y
las montañas sean totalmente desmenuzadas, convirtiéndose en fino
polvo disperso, y seáis divididos en tres grupos: Los de la derecha;
los de la izquierda y los más distinguidos.
Las tres categorías se refieren a los santos, los
bondadosos y los perversos. Tanto vivos como muertos. Los dos
primeros grupos irán al Paraíso y gozarán de toda clase de lujos,
en cuanto al tercer grupo irán directamente a la ardiente Gehena
para sufrir infinitos males.
Nosotros os creamos. ¿Por qué, pues, no aceptáis?
Y ¿qué os parece lo que eyaculais? ¿Lo creais vosotros o somos
Nosotros los creadores? Nosotros hemos determinado que muráis y
nadie podrá escapársenos, para que otros seres semejantes os
sucedan y haceros renacer a un estado que no conocéis. Ya habeis
conocido una primera creación. ¿Por qué, pues, no os dejais
amonestar? Y ¿qué os parece lo que sembrais? ¿Lo sembrais vosotros
o somos Nosotros los sembradores? Si quisiéramos, de vuestro campo
haríamos paja seca e iríais lamentándoos: "Estamos abrumados
de deudas, más aún, se nos ha despojado". Y ¿qué os parece
el agua que bebeis? ¿Lo haceis bajar de las nubes vosotros o somos
Nosotros quienes la hacen bajar? Si hubieramos querido, la habríamos
hecho salobre. ¿Por qué, pues, no dais las gracias? Y ¿qué os
parece el fuego que encendeis? ¿Habéis hecho crecer vosotros el
árbol que lo alimenta o somos Nosotros quienes lo han hecho crecer?
Nosotros hemos hecho eso como recuerdo y utilidad para los viajeros
del desierto. ¡Glorifica, pues, el nombre de tu Señor, el
Grandioso!
Continúa hablando de la nobleza del Corán:
¡Pues no! ¡Juro por el ocaso de las estrellas! ¡Es,
en verdad, un Corán noble, contenido en una Escritura escondida que
solo los purificados tocan, una revelación que procede del Señor
del Universo! ¿Teneis en poco este discurso y hacéis de vuestra
desmentida vuestro sustento? ¿Por qué, pues, cuando se sube a la
garganta, viéndolo vosotros, por qué, pues, si no vais a ser
juzgados y sois sinceros en lo que decís, no la haceis volver?
No hay comentarios:
Publicar un comentario